Por fortuna... no sé lo que una persona tiene que pasar (espero no saberlo ni yo ni mi familia, nunca) o lo que pasa por su cabeza para cruzar países enteros, desiertos y exponerse a cuchillas afiladas a una altura de cuatro o cinco metros. Muchas de las personas que cruzan fronteras y mares, esperando no sé que, en un país extraño, consiguen llegar y buscarse un futuro a pesar de los pesares, digno de admiración, arrastrando culturas y creencias tan distintas y a veces tan contrarias al país en el que son acogidos. Personas y familias enteras jugandose la vida por llegar a un paraíso perdido o no hallado (supongo que este "no paraíso" siempre será mucho mejor que lo que tiene de donde viene) engañados o por voluntad propia tienen que rehacer su vida adaptándose al ambiente que encuentra. Con todo mi respeto a sus creencias y forma de vida, capacidad de adaptación; ¿es un valor tan apropiado a los tiempos que corren?. Cuantos darían por tener esta habilidad para superar una crisis tan impuesta como injusta. Todos aquellos que llegan de un país extraño a un país no menos extraño tienen que saber como jugar con lo propio y diferente, lo que arrastran y lo que tienen que innovar para esa convivencia tan difícil pero necesaria. No pueden quedar anclados en su forma de vivir hasta ese momento, entre otras cosas porque quienes acogemos seguimos anclados en nuestra forma de vida. Personas que llegan, viven y aportan tanto como el que más de los que estamos aquí y viven con tanta naturalidad su diferencia es digno de elogio. No es menos digno de elogio admitir esa diferencia y acoger a esas personas tan iguales y tan distintas, respetar sus creencias y estilo de vida es algo que todavía cuesta pero que si te pones en su pellejo, entiendes. Para los que argumentan que todo lo que viene de fuera es malo o dañino, habría que recordar, de esos; también tenemos unos pocos de aquí. Buena gente hay en todos los lados y de esos nos hacen falta unos pocos. SALUDOS Abdou.
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